Por Carina Moreno
Ni el sonido de los celulares pudo impedir que el monólogo con el que se inicia “Ricardo III o el sueño del jabalí” dejará de tener la potencia del discurso de un despiadado y manipulador aspirante a rey. Y es que el protagonista de esta pieza que finaliza en unos días en el Teatro Británico permite apreciar el trabajo impecable de un actor que ha crecido con el tiempo y la experiencia. Vemos a un Emanuel Soriano que ha crecido desde “Un fraude epistolar” (2013) o “Tebasland” (2018) y que pasea con un personaje difícil que debe ser odiado desde el primer momento.
Bajo la dirección de Laura Silva (Argentina) se construye una historia minimalista en torno a los personajes femeninos que rodean a la personalidad desquiciada y narcisista de Ricardo III. Su madre (Ireye Eyzaguirre), su cuñada (Anaí Padilla), su esposa (Vera Castaño) pululan en un mundo donde los hombres son descartables como el primo y el hermano Eduardo (Sebastián Rubio), quien parece ser solo una imagen neutra y de comparsa. Las mujeres, incluso la sobrina quien decide suicidarse ante la propuesta de matrimonio del jabalí (como llamaban sus enemigos a Ricardo III), son determinantes y detonantes de la personalidad del rey.
El desdén de la madre (nunca fue el preferido entre sus dos hermanos), el repudio de su cuñada y el amor de su esposa quien muere al dar a luz a su hijo son el caldo de cultivo para la creación del monstruo.
En 80 minutos y con 5 actores en escena, se construye una historia de horror, violencia y manipulación que no deja de ser actual. Si aún no la han visto, queda solo un fin de semana. Yo decidí no perdérmela y no me arrepiento.