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Opinión

La esquina de Carina: Yuyachkani 50 años después

Escrito por: Carina Moreno

No recuerdo si fue en el 1994 o 1995 cuando los vi por primera vez en el escenario del recién inaugurado auditorio de la Universidad Nacional Agraria “La Molina”. Fue una tarde que llegué con un ticket en la mano, que mi hermana me había regalado, para ver a un grupo de teatro. “A ti te podría interesar”, me dijo. Yo tendría 14 o 15 años y no tenía ni idea lo que vería. Era “Encuentro de zorros”. Lo que vi me marcó para toda la vida y regresé una semana después para ver “Los músicos ambulantes”, a la que he regresado varias veces en mi vida. Me fascinó el nivel de reflexión, el acercamiento a lo que somos los peruanos, a nuestras fracturas. 

Algunos años más tarde, previo al Encuentro Ayacucho 88 tuve la oportunidad de ver “Un día en perfecta paz” en una función en la Plaza Manco Capac a la que arrastré a mi madre. Una pieza hermosa y delicada como una cajita de música que vería algunas veces más. El paso de los años ha impedido que se vuelva a poner. 

Mi trabajo en la prensa me permitió conocer de cerca detalles de las puestas que se sucedieron con el tiempo. Aparecen en el recuerdo: La última cena, Antígona, Adiós Ayacucho, Contraelviento, Discurso de Promoción, Con-cierto olvido, Cartas de Chimbote, No me toquen ese vals, entre las muchas revisiones que se dieron en la casa en Magdalena y en otros espacios. Recuerdo también la experiencia Cexes que produjo un interesante intercambio con una nueva generación. 

La presentación de los Repertorios en la casa y en otros espacios llenó de nueva vida a las obras y nos recordó su actualidad. “Siete obras que dialogan de manera vigente con nuestro país y que muestran siete caminos escénicos del grupo“, se decía en la nota de prensa de la temporada del 2019. De todas las revisiones y repertorios fue “Confesiones”, el unipersonal de Ana Correa en el que la actriz hace una revisión de sus personajes en las puestas de la agrupación, la que tocó la memoria y el corazón. Reconoció cada personaje, el momento en el que vi la obra, dónde y toda mi vida, hasta entonces pasó delante de mis ojos. 

Los unipersonales grabados el año pasado por el Gran Teatro Nacional nos permitieron reconocer la deconstrucción de cada personaje a partir del actor o actriz que lo desarrolló. Una elegía a los recursos que cada uno ha ido adquiriendo en el viaje que comenzó en 1971 y que desde hace muchos años exploran con maestría. Ahora desde la terraza han vuelto a la casa “para recordar”. Gracias Miguel, Ana, Teresa, Augusto, Rebeca, Débora, Julián por aportar a mi vida e imagino que, como en mi caso, serán muchos los corazones tocados por su trabajo. Gracias Socorro por ser la mano que lo hace posible. Felices 50 años y que sean muchos más. 

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